jueves, 2 de febrero de 2012

Mi viejo

Después de seis años y medio, nos hemos reunido nuevamente tu familia más cercana. Ahora que volvemos a depositar todos juntos flores en tu sepultura, creo que es un buen momento para volver a homenajearte con el poema que te llevaste en tu último viaje:

“Panchulo” o “Pancho A”
para los de la familia,
“Gamo prudente” en los scouts,
“El camello” en el colegio,
“El viejo” para sus hijos,
“El tata” para sus nietos;
varios nombres, sólo un dueño:
Francisco Aníbal Viveros.

Un penquista de corazón
llueva, granice o truene;
amó a la octava región
y por sobretodo a Rere.

La tierra y sus olores
plagaron tu infancia linda,
remolinos de colores
que se mezclan en la quinta.
Travesuras de niños
en medio de los olivos,
recorriendo pastizales,
esquivando lodazales,
cabalgando en un perro
vas saltando los trigales.

Charles de Gaulle te enseñó francés,
Molina Enrique a ser noble,
la universidad tu oficio
y la vida a ser un hombre.

Ya sea Álgebra o Física,
Humanidades o Arte,
en aquello que te afanaras
lograbas siempre destacarte.

Arquitecto de utopías,
alzaste emblemas de unidad
en época prohibida.
¿Quién iba a pensar
que Francisco iba a terminar
azotado injustamente
por el látigo militar?
Confinado en una celda
sin justicia, sin defensa,
aquel estómago hambriento
clamaba por alimento;
un gendarme acude presto
arriesgando su pellejo:
de tomates es la crema
que sostiene ya tu aliento.

Francisco en su vivero
dio la vida a tres flores
y cobijó a una cuarta:
quien escribe estos loores.

Realizaste mil labores
con perfecto desempeño,
pensabas en tu familia
y ponías más empeño:

Con tu lente capturaste
naturaleza indómita,
humanidad insólita.
Con tu mente buscaste
los vestigios del pasado:
orígenes, antepasados.

Trutruka, pifilka, kultrún,
We Tripantu, Nguillatún;
lengua mapuche sagrada
por Francisco estudiada.
Chiguay-antú, Cobquecura,
Curanilahue y Tirúa
atestiguan tu nobleza
con la gente de la tierra.

Montaste caballos blancos,
cartujanos, bayos, negros...
ahora das grandes trancos
cabalgando en campos eternos.

Parezco reconocerlo
cuando me miro al espejo;
profunda pena me invade:
ayer se murió mi viejo.


Francisco Javier Viveros Viveros
Concepción, 4 de Junio de 2005.

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